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viernes, 9 de septiembre de 2011

Y EL TITANIC NO SE HUNDIÓ: Hay solución para nuestra economía

De acuerdo, lo hemos hecho mal. Es verdad, hemos gastado más de lo que teníamos: Nosotros, las empresas, el Gobierno…

Y es más, nos hemos creído todos ricos. Hemos comprado lo que no necesitábamos: más plano -las televisiones-, más grande –nuestros pisos-, más lejano –nuestros viajes de vacaciones-.

Pero… ¿Y ahora qué?

Ya sabemos nuestros errores, y estamos dispuestos no sólo a resolverlos ahora, sino a cambiar, que es más difícil.

También conocemos que eso traerá “sangre, sudor y lágrimas”, pero ¿acaso no hemos dicho los españoles en las encuestas que estamos dispuestos a hacer ese sacrificio a cambio de salir del agujero?

¿Entonces?

El barco de nuestra economía está parado, y con una brecha en el costado tragando agua, así que de hacer algo tiene que ser de inmediato. Y además, hemos de pensar desde ya qué haremos cuando la grieta esté tapada.

Porque lo primero es querer tapar la grieta -y hacerlo-, pero luego tendremos que ver cómo conseguimos que el barco se mueva; de manera distinta a cómo lo ha hecho hasta ahora, que ha encallado.

Para que el barco flote... Y navegue:

A) TAPAR LA VÍA DE AGUA

Esa vía de agua es el dinero a chorros que gasta el Estado.

El problema no es sólo que derrocha de una manera que nos solivianta (aeropuertos inútiles, televisiones locales, eventos -con cátering- sin mucho sentido, sueldos astronómicos…), sino que también gasta lo que no tiene.

Y si rabia nos dá que tengamos una deuda que pagarán nuestros nietos, el problema es también el presente que nos ahoga. ¿Cómo? Pues muy sencillo:

- El Estado gasta más de lo que ingresa por impuestos.

- Para ello pide préstamos a los bancos.

- Como los bancos no andan sobrados de dinero, tienen que elegir entre prestártelo a ti o a tu empresa (que no les da mucha confianza porque piensan que lo más probable es que tu negocio quiebre), o prestárselo al Estado.

- Se lo prestan por supuesto al Estado, porque piensan: un Estado siempre tiene más posibilidades de no quebrar que un particular. Pero es que además, si tú quiebras, el banco pierde su dinero; y si el Estado quiebra, viene Europa y le rescata. Así que prestarle al Estado es como prestarte a ti, pero con el aval de un tío millonario. No tiene dudas…

- Te quedas tú por tanto sin préstamo. Pero es que además, si algún banco se decide a prestarte algo, te pone los intereses por las nubes: El Estado pide tanto prestado, que los bancos le cobran cada vez más. Y ahora llegas tú, que eres para ellos menos seguro que el Estado, y ¿cuánto te cobran?: La barbaridad que le cobran el Estado más otro tanto. Total, que mejor te vas a tu casa sin préstamo y sin negocio.

Por tanto, lo primero es taponar la vía de agua, el gran gasto del Estado. Pero no un poco: mucho; muchísimo. Y hasta que se tome una medida que nos deje con la boca abierta, no será muchísimo.

Ahora podemos pensar qué nos dejaría con la boca abierta (otra cosa sería poco para la inmensidad que debemos):

- ¿Que desapareciese el Senado, se redujesen los diputados a la décima parte y que los ex parlamentarios no tuviesen pensión? Tal vez…

- ¿Que los ayuntamientos por ley tuviesen que alcanzar cada año un superávit del 5% hasta dejar su deuda a cero? Esto sí suena asombroso…

- ¿Que se establezca un nuevo contrato para parados actuales, libre en cuanto a días y con un sueldo mínimo, para quien quiera conseguir algo de trabajo; y así el que tenga dinero –véase españoles adinerados, un jubilado inglés en la costa del sol, o quien sea- contrate no ya un secretario o  alguien que le cuide, sino un chófer, una planchadora y hasta un ama de llaves?

¡Esto es injusto! ¡Atenta contra los derechos sociales! Si yo no digo que no... Pero ¿quién paga el año que viene los 30.000 millones de euros del paro? ¿Un impuesto a los ricos que aportará como mucho 600 millones? ¿O acaso una bajada de impuestos, que recaudará aún menos?

Algunos dirigentes están empezando a darse cuenta de la necesidad de defender no ya al trabajador, sino al que no tiene trabajo, ni contrato a la vista que pueda defenderse; y de lo desesperante que es levantarse cada mañana sin nada nuevo que hacer bajo el sol; de lo humillante que es andar pidiendo a propios y extraños; y sentarse todo el día en un banco; y hasta dormir en él…

Todo lo demás no nos dejaría con la boca abierta. Serían retoques. Pero el barco no necesita pintura… Se hunde.

B) ACHICAR AGUA

Bien, y cuando el barco esté de nuevo a flote, y con la vía de agua cerrada, seguirá teniendo medio casco lleno de agua -de deuda-: ¿Qué hacemos?.

Para no seguir dependiendo de lo que nos manden los tan mencionados mercados, ni lo que ordene Ángela Merkel –porque si no sus votantes dejarían aún más de votarla, y el que venga después se cebaría con nosotros-, hay que reducir deuda.

Y si que el Estado no gaste mucho nos parece inalcanzable, gastar lo mismo que ingresa una quimera, y ahorrar una utopía… Pues hay que ir a esas medidas que nos dejen con la boca abierta, porque si no, como mucho gastaremos menos, pero no saldaremos deuda.

Más vale unos años de esfuerzos para luego poder descansar un poco, que estar siempre esclavizados y pagando unos intereses que nos sangran: A nosotros y a nuestros hijos; y nietos.

C) NAVEGAR

Una vez que lleguemos de nuevo al punto inicial, con un barco flotando, es el momento de navegar sin cometer el mismo error. Pero lo primero es saber cuál ha sido ese error…

La grieta no ha sido el fallo:

Una vez que el Estado deje de gastar a manos llenas, que es en lo que estamos ahora centrados, el problema no habrá desaparecido. No se nos irá el dinero por la borda, pero el barco seguirá sin avanzar.

El iceberg tampoco ha sido el problema:

Hemos chocado con la crisis económica, y nos ha hecho una raja tremenda. Pero hay países que la han sufrido menos. Incluso otros no la han sufrido. ¿Por qué teníamos que estar necesariamente entre los perdedores? Y de los más perjudicados…

Entonces, ¿dónde está el fallo?

Pues ha sido doble: no tener un barco preparado para ir por las aguas de la crisis, e ir demasiado deprisa con un barco muy endeble.

- En primer lugar, nuestro barco no estaba preparado….

Teníamos una economía basada en la especulación, en el dinero rápido y fácil. Y como todo el mundo ganaba (promotores, constructores, fontaneros, fabricantes de muebles, ayuntamientos…) nadie se planteó si podíamos vivir eternamente de un crecimiento económico (más y más pisos) no basado en un fundamento sólido.

Y ese pilar sólido es la competitividad. En cristiano: ser mejores que los demás. En algo; que los demás no pueden hacer igual que nosotros.

Pero claro, si nuestra economía y su crecimiento se basan en el enriquecimiento rápido y sin esfuerzo… Eso no es competitividad. Eso lo saben hacer todos: En Francia, China y Nueva Zelanda.

Competitividad es trabajar más intensamente que los demás, tener habilidades que otros no tienen porque te has formado a fondo, poseer unas empresas líderes en su sector sin que nadie les haga sombra, tener una administración ágil y sin apenas burocracia...

En definitiva, que te pregunten: "y vosotros, españoles, ¿qué es lo que hacéis que nadie hace mejor?" Y no tener que responder: "enriquecernos en el menor tiempo posible".

- Y nuestro barco iba demasiado deprisa…

Ese barco basado en un crecimiento sin competitividad, tenía además unos motores excesivamente alimentados: ¡Iban siempre a toda máquina!

Porque los bancos también querían su trozo tarta: Si tú querías comprarte una casa… No te preocupes, aquí tienes para la casa, los muebles y el coche. ¿Que a tu mujer le han subido el sueldo? ¡Enhorabuena! Celebrémoslo con otra  hipoteca que te concedo para un apartamento en la playa…

El barco débil -todos de fiesta en cubierta- a toda máquina por el océano… ¿Quién iba a oír -o quería oír- que venía un iceberg?: Nadie.

Y chocamos. Vaya si chocamos…

Pero va a llegar un momento, si conseguimos -a pesar de tanta demagogia actual- tapar la grieta del derroche y achicar el agua de la deuda, que volveremos a estar a flote; y entonces será el momento de empezar de nuevo, más lentos y con una embarcación mejor.

Para ello, tendremos que crecer no en lo que se nos ocurra para hacer dinero rápidamente otra vez, sino en aquello en lo que seamos mejores. Habrá que localizar ese hecho diferencial nuestro, y entonces trabajar en ello con todas nuestras fuerzas.

Y gastar sólo lo que ganemos -nosotros y el Estado-, y tal vez un poco menos para conseguir unos ahorros.

Claro que somos mejores en algo:

- Este año los ingresos del turismo en España han crecido un 7%. ¿Si la naturaleza nos ha privilegiado, por qué pensar en otras cosas?

- Nuestra agricultura intensiva ha sufrido, entre otros ataques, la injusta acusación del  e.coli y las trabas del paso de la frontera francesa (por algo atacarán estos productos, que son los que más crecen y aportan a nuestra economía…)

- Un grupo de empresas españolas ha ganado el macro-contrato para la construcción del AVE entre Medina y La Meca (Arabia Saudí). Lugar donde no hablan español. Y a pesar de todo…

Una vez estudiada la realidad de lo que nos ha pasado y lo que nos ocurre, habrá muchas propuestas. Y seguro que muchas ideas. Pero como decía Picasso, la inspiración te tiene que encontrar trabajando.

Ojalá cuando el barco empiece a navegar de nuevo, nos encuentre a todos trabajando en lo que somos competitivos. De modo intenso, y con la velocidad justa. Sin derroches. Con esfuerzo.

Y también con ahorros para las vacaciones…
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