Hace muchos años, vivían en el
bosque siete enanitos. Todos los días iban a trabajar alegres a una mina
cantando: "ahí voy, ahí voy, a la mina a trabajar..."
Se quedaron solos... Ante la crisis. Infelices. Y sin perdices. Se las había comido todas la parejita.
Y tras la dura jornada, de nuevo
el camino de vuelta, pero aún más felices: "Ahí voy, ahí voy, a
casa a descansar..."
Pero un día, al llegar a su
hogar, les esperaba una sorpresa:
- "¡¿Qué es eso en la
cama?!", gritó uno.
- "Ooooh", dijeron
todos a coro: "¡Es Blancaestado!"
Y en ese momento, se despertó Blancaestado; y desde entonces se dedicó a organizar la vida de los enanitos.
Blancaestado comía mucho, pero con
lo que los enanitos sacaban de la mina, no tenían problema en comprar alimento
para todos. Además -pensaban-, cuando tengamos alguna necesidad, Blancaestado nos
ayudará.
Un día, al volver a casa, se
encontraron con que alguien había construido una enorme alberca:
- "¿Quién ha hecho esta
inmensa alberca?"
- "La he encargado yo",
replicó Blancaestado.
- "¡Pero si nosotros no
sabemos nadar!"
- "Jajaja", se reía Blancaestado. "Ya aprenderéis. Sólo he tenido que ir al prestamista y he
conseguido que sea él quien la pague"
Al poco tiempo, los enanitos
notaron que faltaba comida en la despensa:
- "¿Qué ha pasado con
nuestra comida, Blancaestado?"
- "No os preocupéis, es que
he tenido que darle una poca a los prestamistas"
Así que desde entonces tuvieron
que trabajar dos horas más, porque tenían que comer de su trabajo ellos mismos, Blancaestado y los prestamistas.
Un día hubo una gran inundación
en la mina, y los enanitos quedaron atrapados; con el agua al cuello. Empezaron
a gritar pidiendo ayuda a Blancaestado, que como había crecido
mucho con su alimento, seguro que les podría ayudar:
- "¡Blancaestado, ven en nuestro auxilio!"
Pero no acudió: Blancaestado se había ido con el príncipe prestamista. Y se había olvidado de ellos.
Se quedaron solos... Ante la crisis. Infelices. Y sin perdices. Se las había comido todas la parejita.