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lunes, 20 de febrero de 2012

EL DUENDE: ¡Qué suerte encontrar el duende!

Salió ese día al campo como cada día. A cuidar sus tomates. Como ya lo hicieran hace años su padre y su abuelo. Pero no podía imaginar lo que le sucedería…


Cogió uno de los tomates colorados que habían madurado y lo echó en el carro de mano. Pero tras un fuerte relámpago, la hortaliza se convirtió en un duende; con su trajecito también rojo.


El agricultor pensó que estaba soñando, tal vez con resaca. Pero era lunes y no había salido el fin de semana por no gastar en tiempos de crisis.

Con una voz germánica, a pesar de su escasa estatura, el duende le dijo que le concedería todos sus deseos. Y por lo pronto, con un movimiento de su mano, convirtió su carro de mano en un gran tractor rojo como su ropa.



Casi se cae de espaldas el campesino ante el inmenso vehículo. Y para no desmayarse decidió llamar a su esforzada esposa:


- Cariño, que ha aparecido un duende en la huerta y ha convertido el carro en un tractor.


- Si me dices que no has bebido ten cuidado, que los duendes siempre son de mal agüero.


- Que no, amor, que me ha traído la buena suerte… Luego te llamo.


El duende se reía de la incredulidad del agricultor. Y para seguir convenciéndole de sus bondades, echando un soplo, le cambió la huerta por un invernadero de última generación.


Un nuevo movimiento de la mano del duende fue para despertar a nuestro amigo, del asombro que se había apoderado de él; y para decirle que eso era sólo el principio, que su vida iba a cambiar: tendría tiempos como no había conocido antes.


Iba a dar un abrazo al duende, cuando éste salió corriendo, desapareciendo detrás de otro relámpago, tras el que pudo descubrir que le había dejado unos grandes depósitos de gasóil con los que llenar el depósito de su flamante vehículo.


El agricultor estaba emocionado. Tanto que de un salto se encaramó a su nuevo tractor. Lo arrancó y pisó a fondo el acelerador. Pero acostumbrado como estaba a su carro, perdió el control y chocó con una de las columnas del invernadero, con tan mala suerte que cayó encima de los depósitos.


Se incendiaron, y el fuego se extendió a toda la plantación, arrasando con ella. Y él tuvo que saltar rápidamente del tractor, porque las llamas lo alcanzaron y acabó calcinado.


Terminó mirando cómo el fuego terminaba con todo. Y comenzó a maldecir la suerte de haberse encontrado con el duende. ¿Por qué había cambiado su carro por ese inmenso tractor y su huerta por el invernadero? Si él estaba bien antes…


Caminaba Constantino -el agricultor- cabizbajo camino de su casa en las afueras de Atenas, cuando se encontró tirado en el suelo el gorro rojo del duende. Lo cogió con rabia entre sus manos. Y vio dentro una etiqueta blanca....

...Decía “Hecho en la Unión Europea” 


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