Terrible. Cosas
como la que pude presenciar ayer son las que te marcan. Y no se olvidan.
Frente a mi casa.
En un sexto. Primero empecé a ver humo, y luego más humo. Hasta que asomó una
llamarada por la ventana. Aunque no se veía, había gente dentro.
Unos minutos
angustiosos, hasta que por fin empezamos a oír sirenas. Todos nos sentimos
aliviados: Por fin habían llegado los bomberos.
Uno que parecía el
jefe se puso a dar instrucciones ante el alivio general. Por no hablar de los que estaban dentro de la casa.
No había ya más
tiempo. Pero por fin se iba a terminar la pesadilla.
Comenzaron a
sacar las mangueras, oyéndose los primeros gritos en el edificio. Las extendieron por la calle.
Luego el jefe de
bomberos hizo una inspección del portal, anotando los posibles puntos débiles
del edificio.
Fue entonces
cuando vimos aparecer a una señora con un niño en brazos. En el balcón.
Desesperada.
Los bomberos se
organizaron junto al edificio. Mirando con detenimiento el denso humo que salía
ya de todas partes.
La gente empezó a
impacientarse, y les gritaba que tenían que entrar ya.
El jefe de
bomberos sacaba repetidamente un transmisor, para contactar con alguien de fuera, ante la impaciencia de los que nos agolpábamos en la calle.
Tras un tiempo que se nos hizo eterno, los bomberos anunciaron que se iba a modificar el
sistema contra incendios de la normativa municipal. Y que había que esperar.
La tensión se
transformó en enfado. Desesperación para los de dentro del edificio en llamas. Pero el jefe de bomberos nos indicó con firmeza que…
Las medidas que se están adoptando no surtirán efecto a corto plazo, pero que servirán en unos
meses.
Pobres
incendiados. Y quemados que estamos todos. A corto plazo.