Aproveché el fin de semana para darme un paseo en bicicleta por la montaña. Fue así como llegué
a un paraje de vistas espectaculares, pero lleno de ruinas.
Las encabezaba un
letrero oxidado en el que pude leer “Torrequebrada”, un lugar ahora triste y
desolado a pesar de su magnífica ubicación.
Me extrañó que un sitio así estuviese deshabitado, por eso no pude evitar acercarme a preguntar a
un pastor que me miraba con cara de extrañeza por ver a alguien pasando por allí.
Fue él quien me
contó la triste historia del pueblo:
Torrequebrada ocupaba un lugar envidiable; tanto que hasta hace pocos
años era un lugar muy próspero. La gente vivía feliz, sobre todo viendo cómo
llegaban a diario numerosos forasteros a visitar sus calles y las vistas espectaculares.
Tenía dos bares,
siempre llenos de gente; y el dueño de uno de ellos se animó a construir un hotel
rural. Fíjese –me dijo– si llegaba gente al pueblo, que un vecino puso hasta
una gasolinera.
El problema vino cuando
el alcalde pensó que el pueblo se le quedaba pequeño: tenían que proyectarse
más allá. Y puso todo su empeño en ello.
La gente de allí
no entendía mucho ese afán: Ellos vivían felices con su agricultura y
aprovechando el dinero que traía la gente de fuera. Y miraban con recelo la gran promoción que el alcalde hacía del pueblo en ferias internacionales.
La verdad es que
al pueblo seguían llegando los mismos turistas, por lo que los habitantes no
entendían el correteo del alcalde. Pero éste seguía empeñado en sus viajes y extrañas actividades.
Al cabo de un tiempo, apareció un “Bando” en la fachada del ayuntamiento. Se
hacían saber los enormes beneficios que para el pueblo había supuesto el gran esfuerzo
del alcalde, que era descrito como un gran patriota; pero ahora tocaba
pagar esos gastos tan beneficiosos para sus habitantes.
Y a continuación
se detallaban las nuevas contribuciones patrióticas: los dos bares tendrían que
cobrar diez céntimos por cerveza servida, el hotel rural un euro por cada
huésped y la gasolinera cinco céntimos por litro.
La conclusión era
grandilocuente: serían unos pocos céntimos para el gran paso que había dado el
pueblo.
Ése fue el inicio
–continuó el pastor– de nuestros males, pues los turistas decidieron irse a
otros lugares, donde las cervezas y los hoteles eran más baratos. Ahora sólo
quedo yo, con mis pocas ovejas.
- Los ingresos por turismo han subido un 8% en 2011.
- Con una economía retrocediendo, ese dato convierte al sector en el auténtico salvador de nuestra economía.
- La Generalitat de Cataluña tiene previsto aplicar una tasa por cada pernoctación hotelera o crucero que atraque, así como un impuesto superior a los carburantes y otras materias que afectan al turismo.
-Con ello se incrementarán momentáneamente los ingresos de las arcas públicas... Pero los turistas no entienden de déficit, y pueden elegir otros lugares adónde desplazarse.
MORALEJA:
Si le gritas a la gallina de los huevos de oro, puede que ponga algún huevo más... Pero se puede marchar a otro sitio.