El viernes tuve un día bastante ajetreado, como viene siendo habitual últimamente.
Primero me tocó ir al médico a una revisión. Tras un rato esperando, me condujeron a una consulta adonde me esperaba ya el doctor.
- Buenos días, Jesús.
- Buenos días, doctor.
- En fin, al grano: ¿Cómo me ves, Jesús?
- Pues la verdad es que los signos del infarto no han remitido. Yo casi pediría primero una placa de tórax y luego un cardiograma.
- Está bien, Jesús. Te llamaré cuando tenga los resultados.
- Adiós, doctor.
Desde allí me fui a casa de un electricista:
- Hola, buenas, soy Jesús.
- Está bien, pase.
- Dígame, ¿qué le pasa?
- Pues Jesús, que en casa tenemos pérdida de potencia.
- Uy, eso es el transformador...
- Vaya, entonces habrá que cambiarlo. ¿Para cuándo estará?
- No se preocupe, mañana lo tendrá listo.
- Gracias, Jesús.
Finalmente, mientras volvía a casa, tuve tiempo de llamar a mi compañía de móvil, para ofrecerle una nueva tarifa que he sacado estos días.
Por eso...
- Espera, Jesús, hoy falla algo en tu artículo.
- ¿Perdón?
- Vamos a ver, tú eres economista, ¿no?
- Sí, ¿y?
- ¿Pues qué pintas recetando a un médico, arreglándole la luz a un electricista u ofreciéndole tarifas a compañías de móviles?
Estos días hemos sabido que el Estado tendrá que inyectar más dinero público, hasta un total de 30.000 millones de euros, a CaixaNovaGalicia y CatalunyaCaixa.
Ese dinero servirá para tapar los agujeros de sus malas inversiones, además de para pagar las pensiones millonarias de sus directivos.
¿Los bancos, las cajas, no son los que prestan a los ciudadanos?
¿O somos nosotros los que les prestamos a ellos?