La báscula no mentía: Había
subido al menos 10 kgs. El tema era preocupante.
Decidí ponerme inmediatamente en
manos de un médico especialista, que me soltó, tras reconocerme, el veredicto: Se acabaron los caprichos.
Pero más que el fin de los
caprichos, lo que tocaba era sufrir, acostumbrado como estaba a supuestos malos
hábitos.
Fuera pasteles, fuera
hamburguesas, fuera chocolate: Fin de todo exceso. Además, ensaladas, muchas
ensaladas. Nada de ir al bar y mucho menos tomar alcohol. Y ejercicio: 2 horas
todos los días.
Cuando ya me iba sintiendo
orgulloso de mis esfuerzos, al cabo de dos meses, el médico me dijo que no era suficiente: había que
apretar más:
Fuera todo lo que no fuera pollo
y ensaladas. Sólo beber agua. Y cuatro horas de ejercicio.
Mi vida fue desde entonces un
verdadero infierno. Pero la meta merecía la pena, pues ponerme en forma se había
transformado para mí en una prioridad. Así que todo lo aguantaba.
Tras 6 meses de tan duro
tratamiento, ayer volví a mi médico para comprobar los resultados de mi tremendo
esfuerzo.
Me subí a un peso cuyo nivel sólo
podía ver el doctor, que asintiendo con la cabeza con optimismo, me soltó: ¡Enhorabuena!
¡Ha perdido usted 0,7 kilos!
España, los españoles, hemos sido sometidos a un rigurosísimo plan
consistente en:
- Subida de todos los impuestos y cotizaciones sociales
- Subida de tasas y de los recibos de la luz, agua…
- Recortes de todo tipo de prestaciones sociales
Además, hemos pedido prestados a Europa 61.000 millones de euros para dárselos a unos bancos que no nos dan créditos.
El Estado se ha gastado, se sigue gastando tanto dinero que debemos
casi 1 billón de euros a pagar en los próximos años.
Y todo ese esfuerzo para que el año que viene crezcamos un 0,7% y el
paro se reduzca del 25,9% al 25%.
¿Ha merecido la pena?