- Papá, cuéntame un cuento.
- Bueno, hija, pero luego te
duermes. ¿Vale?
- Sí, pero cuéntame
el de Hansel y Gretel…
Anselmo y Gabriela eran un autónomo y una mileurista que vivían en una
bonita casa, con su papá Estado y su mamá Banca. Allí pasaban los días felices,
con abundante comida y dando paseos por sus puentes, AVEs, aeropuertos y
palacios de congresos.
Pero una tarde llegó la gran tormenta de la crisis, y Anselmo y Gabriela se
asustaron mucho. Así que fueron corriendo a casa para protegerse. Esa noche
no hubo cena, y al irse a dormir oyeron a sus padres decir que no había dinero
para todos, y que no tendrían más remedio que abandonar a sus hijos en el
bosque.
A la mañana siguiente, salieron todos camino del bosque, pero Anselmo cogió un
pedazo de pan y fue dejando unas migas de empleo por el camino. Pero el camino
de la crisis fue tan largo, que todo el bosque se llenó con cinco millones de
migas.
Al cabo de un tiempo, papá Estado y mamá Banca les dijeron que reposaran
tranquilos, que aún les quedaba un largo camino a pesar de los recortes que
estaban haciendo. Pero de repente mamá Banca se dio cuenta de que Gabriela tenía algo bajo la ropa; y al hurgar en su nómina descubrió que eran algunos
ahorros.
“Pero Gabriela, si tienes ahí dinero…”. “Sí mamá Banca, es por si la
tormenta de la crisis dura mucho”. “Anda, no seas tonta, mileurista… Déjame el
dinero a mí, que lo guardaré preferentemente para que no lo pierdas”
Y así fue como el autónomo Anselmo y la mileurista Gabriela se quedaron sin
empleados y sin ahorros.
- Pero papá, ¿y qué ocurrió
entonces? ¿Se quedaron con sus padres?
- No, hijita, sus padres se
fueron corriendo y los dejaron solos en el bosque en medio de la tormenta de la
crisis.
- ¿Y qué paso con los
pobrecillos?
- Pues que estuvieron
andando toda la noche en medio de la tormenta, hasta que divisaron a lo lejos
una cabaña. Llamaron a la puerta y salió una viejecita, que al verlos sonrió y…
- ¡Qué bien papá!
- Espera hija… Al verlos
sonrió y los invitó a…
- Jo, papá, menos mal, ¡estaban
rescatados!
- No te adelantes, hija….
Les invitó a quedarse… Afuera, y no molestarle, que estaba con otros invitados
en casa.
- Pues vaya cuento, papá. ¿Y
se quedaron afuera, abandonados de su papá Estado y mamá Banca?
- Sí. Y ya toca que te
duermas.
(…)
- Papá, ¿cómo se llamaba la
viejecita?
- Ángela, hija, se llamaba Ángela.