Hace pocos días me tocó acudir con un amigo al médico. Estaba preocupado, porque sabía que le pasaba algo.
Tras la correspondiente espera en una fría sala de espera,
nos recibió cordial el médico, como animando la buena suerte de que nada
tuviera mi agobiado amigo.
Las pruebas de la visita anterior ya las tenía el doctor
encima de la mesa, y volvió a repasarlas. Momento en el que le cambió la
expresión. Y nos temimos lo peor:
- Le voy a ser sincero –comentó- porque siempre he sido un médico
con la verdad por delante: Tiene usted una grave degeneración en los huesos.
- ¡Dios mío! –apenas alcanzó a murmurar mi amigo- ¿Y es
grave?
- Me temo que sí
- Pero… ¿Está seguro?
- Ha de saber que le he explorado muy bien, apoyado en las múltiples
pruebas que le hemos realizado. El diagnóstico es firme.
- Bueno, ¿y entonces qué hacemos?
- Ah, eso no lo sé. Yo sólo le informo. Ahora salga de mi
despacho.
Durante estos días de
Navidad, recibimos –como cada año- toda una batería de declaraciones de
distintos líderes, con su diagnóstico de la situación española.
Unos nos hablan de
progreso, otros de regresión, según el diagnóstico realizado.
Pero, como siempre
también en estos días, los ciudadanos se preguntan si algún médico curará.
Porque el diagnóstico
lo sabemos, y lo hemos repasado en este blog un año más: demasiado paro,
demasiados impuestos, demasiada deuda…
Médicos que curen. Y
rápido. Tantos ya no aguantan.