Caperucita Ahorradora era una niña buena y diligente. Por eso su madre le
confió sus ahorros para que se los llevase a la abuela Prudencia.
Sin embargo, le advirtió antes de marchar a casa de la abuela que tuviese
cuidado con el Lobo Producto, ya que el cazador se había ido de la zona y no
cuidaba de mantenerlo alejado.
Salió Caperucita con diligencia y sin entretenerse en el camino, a pesar de
que se encontró con sellos muy bonitos, y con unas abejas preciosas.
Entró con gran alegría en casa de la abuela Prudencia, que le dio un gran
abrazo nada más verla:
- Qué alegría, Caperucita, de verte por aquí. ¿Pero qué me has traído?
- Abuelita Prudencia, son los ahorros de mi mamá. Para que se los guardes en
un lugar seguro.
- Muy bien Caperucita, déjamelos que te los guarde en este armario.
- Pero abuelita, qué tipos de interés más altos tienes.
- Claro, Caperucita, son para darte una mayor remuneración.
- Abuelita Prudencia, que plazo más largo tienes.
- Nietecita mía, así podrás conseguir más dinero por los ahorros durante
ese tiempo.
- Y abuela, qué riesgo más grande tienes.
- Qué va, querida Caperucita, es que no entiendes bien de esos temas.
- ¿Y por qué tienes una letra tan pequeña?
- No te preocupes, son cosas sin importancia.
- ¡¡¡Mentira!!! –dijo Caperucita Ahorradora- eres el lobo Producto, y
quieres colocar nuestros ahorros en un producto bancario de gran riesgo; y
cuando perdamos todo dirás que no eres responsable.
Dando un enorme salto, el lobo Producto se abalanzó sobre la pobre
Ahorradora. Sola y desamparada estaba Caperucita, porque como le dijo su mamá
el cazador Banco de España estaba en otro lugar, durmiendo… ¡Todos los ahorros serían
depositados a largo plazo y sin poder recuperarse!
Pero en ese momento, un cazador inglés pasaba cerca de la casa. Corrió al oír los gritos de la pobre niña, y sacando su arco inspector le disparó
una flecha al lobo, que tuvo que cerrar sus fauces, herido además por una
multa. E impidió así que Caperucita perdiese sus ahorros.
El Banco de Santander ha
sido multado esta semana en el Reino Unido con 1,8 millones de euros por
colocar productos bancarios entre sus clientes sin advertirles de los riesgos que
corrían.