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martes, 20 de marzo de 2012

POR QUÉ LA CRISIS DURA TANTO (I): Gladiator. Sin armas no se puede competir


Año 132 después de Cristo. Coliseo Romano.

El gladiador Hispanus recorre las calles de Roma hacia la imponente construcción de tres pisos, entre los tímidos aplausos de la multitud; aplausos que se transforman en vítores cuando pasa el otro contendiente: Germanox.

Entran ya en el Coliseo, a pocos minutos para el combate; con las apuestas 10 a 1 favorables al venido desde la Germania.

Ambos luchadores se preparan a conciencia en la estancia de los gladiadores, frente a frente, rodeados cada uno de sus ayudantes; y supervisados por los jueces del combate.

Se trata de una lucha claramente desigual, pero todos aguardan expectantes la capacidad de Hispanus  para superar las dificultades.

Germanox es un combatiente de gran musculatura, forjada mediante años de intenso ejercicio. Hispanus se ejercita durante más horas, pero no consigue la corpulencia del primero.
La productividad alemana es superior a la española. Según los últimos datos disponibles, los alemanes trabajan una media de 1.400 horas anuales, frente a las 1.600 españolas, pero el alemán produce un 12% más por hora trabajada.
Cuando ambos gladiadores se están vistiendo, se produce una reacción mezcla de admiración y terror entre los hispanos cuando uno de sus asistentes entrega a Germanox una imponente armadura de acero, robusta y reluciente; frente a la reducida protección de su jefe, que sólo cubre algunas partes de su cuerpo.
Alemania cuenta además con la ventaja competitiva de su desarrollada tecnología aplicada al trabajo, que le confiere una mayor productividad.
Pero entonces se produce la reacción: los germanos quedan deslumbrados por los destellos de la espada que en ese momento los ayudantes entregan a Hispanus, mucho más grande que la traída por ellos.
El tipo de cambio permite rebajar los precios de tus productos frente a los extranjeros.
Si España producía antes coches por 5 millones de pesetas, y Alemania por 60.000 marcos (equivalente a esas pesetas), para vender más devaluaba la peseta, de tal forma que los 5 millones supusieran sólo 50.000 marcos. Con ello, a los alemanes les salía más barato comprar coches españoles.
Eso tenía el inconveniente de que, al devaluar la peseta, las compras de España fuera de nuestras fronteras, como el petróleo, nos salía más caro (pues se compraba en moneda extranjera, que ahora salía más cara al valer menos la peseta). Pero en este análisis nos ceñimos a las exportaciones y la competitividad frente a productos extranjeros.
Ésta es la estrategia que está desarrollando desde hace tiempo China: mantener su moneda -el yuan- artificialmente baja, de tal forma que los productos chinos inundan más fácilmente el mercado con sus bajos precios frente a las monedas extranjeras.

El año pasado China redujo notablemente su crecimiento económico, y sobre todo sus exportaciones disminuyeron, causado en parte por el mal estado de las economías desarrolladas. Por eso, el resto de países se teme ahora una mayor disminución artificial del valor de yuan (devaluación) por parte de las autoridades chinas, y una dificultad superior para competir con sus productos.
En ese momento, los jueces del combate se acercan a Hispanus y le quitan la espada: sólo le dejan usar una igual que la de la Germanox.
La adopción del euro, supone que los países que lo usan renuncian a usar el tipo de cambio como arma de competitividad. Les da una mayor estabilidad, al impedir las devaluaciones artificiales, pero sus productos compiten en igualdad de condiciones frente a los que usan esa misma moneda.
Están ambos contendientes a punto de saltar a la arena, cuando aparecen los ayudante encargados de embadurnarles con ungüentos tonificantes: los germanos con una inmensa vasija, llena de muchos litros que sirven para rociar en abundancia todo el cuerpo de su jefe; y los hispanos con un recipiente minúsculo que apenas da para engrasarle un poco la mano al suyo.
El menor gasto público en Alemania hace que el Estado tenga que pedir menos préstamos, y unido a la confianza que genera su economía, hace que los tipos de interés sean bajos. Ello permite a las empresas acceder a unos créditos baratos que facilitan la competitividad y expansión de sus empresas y productos.
El enorme gasto de las administraciones públicas españolas absorbe la mayoría del dinero disponible, y dispara los tipos de interés (el interés es el precio del dinero: si hay mucha demanda, sube, y si hay poca, baja). 
Si sumamos el temor de los que nos prestan a que no se devuelva el dinero por la poca confianza en nuestra economía, el interés se eleva aún más.
Esto se llama efecto "crowding out": una estancia está tan llena que, al tratar de meter más gente, otros son expulsados. El Estado mete tanta demanda de préstamos que expulsa a los otros solicitantes. Y en nuestro caso, el Estado acapara la mayoría de la estancia.
Se abren las grandes puertas de los gladiadores, y aparecen en la arena ambos luchadores, entre el gritería de la multitud:

Germanox: con su gran musculatura (gran productividad por hora trabajada), enorme armadura (tecnología desarrollada e incorporada a todas las facetas del trabajo), espada reglamentaria (usando el euro como moneda) y perfectamente embadurnado de aceite (crédito abundante a tipo de interés bajo).

Hispanus: mediana musculatura (menor productividad por hora trabajada), pequeña armadura (menor tecnología incorporada al trabajo), espada reglamentaria (usa también euros y no pesetas frente a marcos alemanes) y con escaso ungüento (créditos casi nulos y a tipos de interés muy altos).

A la vista de tamaña desigualdad, el público comienza a abuchear. Uno de los asesores se acerca a la tribuna del César a toda prisa, para decirle que si quiere puede hacer que traigan a otro hispano, para que sean dos lo que compitan frente a Germanox. 
Algunos proponen, como método para aumentar nuestra competitividad, que los trabajadores españoles rebajen sus salarios frente a los de fuera (llevándolo al extremo de este relato, sería hacer que dos cobrasen como un extranjero). Y así, al incorporar un menor coste del trabajo en los productos, estos sean más baratos con respecto a los demás. ¿Pero es realmente éste el camino?
El César se queda pensativo. Y cambiando su rostro de repente, le responde enojado:

Ya que no os habéis encargado de desarrollar la musculatura del hispano, ¿cómo lo habéis puesto a combatir con una pequeña armadura, una espada igual que la del germano y sin apenas ungüento en su cuerpo? ¡Así no tiene posibilidades!

Otro hispano no: ¡Lo que vas a traer es un león, para echarlo a los organizadores de este combate!



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