Siguiendo con el burro, que tal vez sirva para no olvidarnos de nuestro
tradicional medio de transporte, llegamos a una cuesta; y el simpático animal no
quiere subir.
Los bancos han disminuido el
crédito a las empresas y particulares un 4% en 2011.
Entendemos que se ha acostumbrado a la planicie y no le guste empezar a
discurrir por terrenos empinados; pero es lo que hay.
Las entidades bancarias
comentan que han reducido los préstamos porque hay poca demanda de empresas y
particulares solventes.
Sin embargo, las pymes y familias replican que en
realidad se han endurecido las condiciones de concesión de préstamos; y que es obvio que en
España hay crisis y las condiciones de los que acuden a los bancos no son las de antes, pero que por algo son ellos los bancos y también tendrán que adaptarse a lo que hay.
Para hacerle más fácil la travesía, nos bajamos del burro, le damos buena comida a
base de pienso, y de beber hasta que quiera. Pero aún así no quiere avanzar.
El pasado 21 de diciembre el
Banco Central Europeo dio 100.000 millones de euros a la banca española a un
interés del 1%, para facilitarle la concesión de préstamos. Pero la banca
compró deuda del estado, que le reporta un 4% (ganando así con el pase un 3%) o
lo colocó de nuevo en el Banco Central Europeo.
Ahora los bancos españoles tendrán una nueva oportunidad de
acudir a pedir más préstamos.
Seguimos siendo comprensivos con el burro: le ponemos una montura más
ligera, herraduras con menos peso y le quitamos las piedras del camino.
Con la reciente reforma
financiera, se ha buscado que los bancos solucionen el problema de los pisos en
sus balances. Si alguno no cumple los requisitos, podrán pedir ayudas si se
fusionan con otros bancos, y se les alargará el plazo de reconversión desde uno
a dos años.
Pero con todo ello, el burro no quiere avanzar, porque está más preocupado
por no despeñarse por esas cuestas de concesión de préstamos que tal vez no le
devuelvan, y piensa más bien en sus propias necesidades, que quiere tener cubiertas
antes de seguir caminando.
Claro, se ha acostumbrado a hacer negocios muy rentables con los pisos, y ahora que le toca hacer de burro -de banco que se esfuerza por
conseguir fondos de los clientes para prestárselos a otros- se da cuenta de que
eso cuesta esfuerzo y riesgo.
Y se queda esperando a que el dueño le siga poniendo el pienso y agua al
borde de la cuesta, mientras retoza desperezándose y lamiéndose sus propias
heridas.
Como el dueño no se emplee, se queda sin subir la cuesta. Con el burro
convertido en oveja. Y sin lana...
... Porque a ver quién lo trasquila.