Si a cualquier persona que nos cruzamos le preguntamos en qué calle
estamos, nos reponderá que en la calle... O en la avenida...
Si conseguimos retenerla un poco más y le pedimos que nos diga qué ha visto
en esa calle, puede decirnos que mucha gente buscando locales donde poner sus
negocios, o tal vez hojas de papel de empresas buscando gente para contratar;
pero es poco probable.
Tal vez nos diga más bien que ha visto que algunos comercios han cerrado
desde la última vez que pasó por allí, o que ha visto hojas de papel de
personas ofreciéndose a trabajar de manera barata.
De igual modo, si nos cruzamos con un dirigente económico y le preguntamos
qué medidas hay que adoptar para mejorar nuestra economía, puede que nos diga
que lo mejor es facilitar que se creen nuevos negocios, o hacer que se contrate
a más gente.
Pero si ese dirigente pisa la calle, más bien nos dirá que hay que evitar
que los negocios existentes sigan cerrando, o evitar que se siga echando gente
a la calle.
Y el matiz es importante. Porque si ese dirigente no pisa la calle, puede
que piense que vivimos en un país distinto, donde hay que hacer medidas de
retoque o de reanimación.
Pero si no queremos acabar como el paciente que dijimos ayer, hay que tomar
medidas de shock, inmediatas. Teniendo en cuenta que no podemos seguir así.
Ni los que tienen negocios, ni los que quieren crearlos. Los que tienen
trabajo o los que lo están buscando.
Porque si los negocios están muriendo, si se crea uno nuevo, morirá como
los anteriores.
Y si se está echando a gente, nadie encontrará un sitio donde trabajar.
Si una casa está ardiendo, no hacen
falta sólo ayudas para comprar extintores, necesitamos que se acabe con las
causas del fuego.