Ante la tragedia que todos hemos
podido contemplar estos días, las indemnizaciones resultan ridículas. Cuando
aún nos preguntamos cómo catástrofes así pueden ocurrir, y más en un país
europeo, esos pocos miles de euros resultan casi un insulto.
Tantas personas buscaban cómo
salvar sus vidas cuando quien debía estar al frente, y abandonar el último,
estaba ya en tierra firme; tal vez disfrutando de su abultado sueldo.
Personas abandonadas a su suerte
y sin nadie a quién acudir. Aunque sí hubo héroes, de esos que piensan en los
demás antes que en su propia salvación, ayudando a pasajeros y al resto de
tripulación; haciendo lo que otros tenían que haber hecho.
Y lo peor, según nos cuentan
quienes lo han vivido, es saber ahora que se iban a pique mientras nadie les
avisaba, o les informaban de fallos absurdos; cuando se hundían.
Ahora resulta que nadie sabía
nada de las maniobras arriesgadas, ni de la falta de prudencia. Y todos se
preguntan si ninguno de los jefes estaba al tanto. Mientras nos alarma pensar dónde estaban los dirigentes que debían haber controlado todo eso; estando en juego miles de vidas.
Por supuesto hablamos del
hundimiento de Spanair... Y de los directivos y dirigentes políticos...
... En tierra, mientras miles de
personas luchan por sus vidas; por sus puestos de trabajo.