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viernes, 28 de febrero de 2014

LOS PRECIOS BAJAN Y NO HAY CHAMPÁN PARA EL BURRO


Dejamos a principio de semana a nuestro burro Esforzado tratando de subir la cuesta de la economía, a pesar de la enorme carga de gastos -tantas veces inútiles- que ha de soportar; con el problema añadido de que o sube la rampa con fuerza o no tendrá manera de reducir el paro.

El miércoles nos encontramos con nuestro frutero Luis, más preocupado que nunca por el bolsillo de sus vecinos, porque sin dinero no habrá manera de que entren a comprar algo.

Pues bien, ahora hemos sabido una noticia aparentemente buena: “Los precios cayeron en febrero un 0,3% respecto al mismo mes del año pasado”.

y parece tan extraordinaria… ¡Que estamos dispuestos a celebrarla brindando con champán! Y esta mañana hemos decidido ir a comprar una buena botella a la tienda de vinos de nuestro barrio.

De camino, hemos recordado cómo la inflación es la diferencia entre los precios de ahora y los anteriores. Así, si decimos que le inflación crece un 2% en un período determinado, quiere decir que los precios han subido un 2% en ese tiempo.

Por tanto, como sabemos que los precios siempre –o casi siempre– suben, lo normal sería que en febrero los precios –y la inflación– fuesen un poco más elevados que los que había en febrero del año pasado; y que nuestra botella de champán costara un poco más cara.

Pero ahora sabemos que ese champán está hoy un 0,2% más barato que el año pasado, porque los precios bajaron en febrero. Y cuando llegamos a la tienda nos entra una duda: ¿No será mejor no comprarla hoy y esperar un poco por si los precios siguen bajando más?

Así que nos vamos de vacío, dejando al tendero con su botella y las ganas de venderla. Y no sólo a él, sino a todos los tenderos de todos lo productos que no sean estrictamente necesarios de comprar.

Y como la gente dejará de comprar, esos comercios decidirán rebajar un poco más los precios, para ver si la gente se anima a adquirlos.

Pero como la gente verá que los precios siguen bajando, dejará aún de comprar y se esperarán más.

Por lo que los comercios tendrán que cerrar y despedir a sus dependientes.

Y al ir esos pobres al paro, no tendrán dinero para gastar en comprar productos.

Y las tiendas que los venden tendrán que seguir bajando precios… Y cerrando.

Ésa es la espiral de la deflación, que así se denomina a la inflación cuando en vez de subir baja: La bajada de los precios aparentemente buena. Una espiral que países como Japón han sufrido durante quince años seguidos, y que ahora curiosamente se alegra porque los precios vuelven a subir.

Al final, llegamos siempre a que no son buenos los altibajos, las subidas y bajadas, sino el ritmo:

El ritmo de venta de la frutería de Luis, para que se anime a volver a contratar a los dependientes que tuvo que despedir.

El ritmo del burro subiendo la cuesta de la economía.

Y el ritmo de vida de todos: No de burbuja, pero tampoco de miseria.


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