El viernes quedé a tomar unas cervezas con mi amigo Manolo. También habíamos pensado en ir al cine, pero por el precio de las dos entradas ahora, casi podíamos invitar a medio barrio a cenar.
Manolo me contó que se había comprado un coche nuevo, lo cual hizo que lo pusiese en la categoría de millonarios hoy día en España. Pero cuando le apunté
su obligación de pagar todas las rondas, me dijo que esperara a escuchar lo que
tenía que decirme.
En un principio había decidido dejarlo aparcado en la puerta de su casa,
pues quería tenerlo a la vista. Pero al poco tiempo estaba con tanto polvo
encima que la gente empezó a pensar que le gustaban los tonos marrones.
Tal y como comentamos en los
artículos anteriores, si uno tiene la suerte de poseer unos ahorros, la primera
opción es guardarlos nosotros mismos en un lugar seguro.
Así que al poco tiempo mi amigo Manolo había llevado su coche a un
aparcamiento. Por supuesto, podía imaginarme -me insistió- que acudió a uno con
modernas instalaciones y llevado por profesionales.
Una segunda opción para nuestro
dinero sería depositarlo en la cuenta corriente de un banco. Allí puede
estar más seguro, sin llegar al 100% hoy en día debido a que podrían usarlo
para posibles rescates de nuestra economía; pero en principio está más a salvo
que en otros lugares.
“Bueno, problema resuelto, Manolo, ya puedes pagar otra ronda de cervezas”,
le animé. “No tan rápido -me soltó-, pues ahora viene la segunda parte”. “¿Segunda
parte? ¿Se hundió el aparcamiento?”, no pude contenerme.
“Resulta que al poco tiempo de llevar el coche, el dueño del aparcamiento
me advirtió que teniéndolo allí parado no le sacaba ningún beneficio, y que
había otras opciones…”
“¿Otras opciones?”, le disparé temiéndome lo que venía después. “Bueno, a
la gente de confianza le proponía dejarle su coche para usarlo como taxi cuando
no se utilizase, y de esa manera se obtenía un buen dinero”
Otra opción para nuestros ahorros, y que ha sido el
motivo de estos tres artículos, podría ser invertir el dinero en un fondo de inversión.
En este caso, pasamos de un terreno
más o menos seguro (tener el dinero guardado nosotros mismas o en la cuenta corriente
en un banco), a arriesgar los ahorros para tratar de sacar un beneficio mayor.
Esos fondos utilizan nuestro dinero
para hacer inversiones en distintos campos, que normalmente exceden el común
conocimiento de los clientes habituales de un banco. Además, es importante
notar que aunque nos los ofrezcan en ese banco, él no responderá en caso de
pérdidas.
La cara de mi amigo, más que mostrar disposición a invitar a cervezas,
animaba ahora a comprarle unas cuantas aspirinas.
“Desde luego fue un accidente”, me dijo Manolo. “Pues sí, un error, porque
a saber lo que podía pasarle al coche”, le repliqué. “No, que fue un accidente
lo que me hizo perderlo: Siniestro total cuando el del aparcamiento iba
a recoger a un cliente”, comentó.
Con los fondos de inversión podemos
ganar mucho dinero, y también perderlo todo. Como siempre se ha dicho: Nadie da
duros a cuatro pesetas; y todo beneficio lleva siempre su riesgo.
Por eso hay que elegir, con cuidado,
la opción que deseamos. Por nosotros mismos.
Para que no suceda lo que ya nos advertían hace muchos años...
Para que no suceda lo que ya nos advertían hace muchos años...