Hay momentos que pueden
marcar la vida de una persona, y también los de la economía, los de un país.
Son esos momentos en que uno
debe elegir entre una opción u otra: sí o no, verdad o mentira, guerra o paz.
Y esa opción puede marcar tu
vida, o en su caso el destino de un país; como dramáticamente expuso Winston
Churchill refiriéndose a la tibieza frente a los nazis:
"Os dieron a elegir
entre el deshonor o la guerra. Elegisteis el deshonor, pero tendréis la guerra"
Después de una semana que situó a España en la reunión de los cuatro países
más importantes del Euro; y más aún: para hablar de crecimiento, de economía
real.
Cuando ya se conocía el resultado de la auditoría a nuestros bancos, que
desvelaba un agujero de 62.000 millones de euros; tan doloroso como esperado.
Cuando todos ya sabían desde hacía tiempo que España sería rescatada, y que ello traería unos duros ajustes, empezando por el IVA, siguiendo por los funcionarios y continuando por
las pensiones; porque la factura de los bancos la vamos a pagar todos.
Cuando los mercados, por tanto, ya habían dejado eso atrás, porque siempre van por delante y se mueven por las
sorpresas agradables (premiándote) o las desagradables (castigándote) que modifican sus previsiones.
Cuando ya nos habían castigado durante dos semanas por el anuncio de rescate y la mala
situación de nuestros bancos, contagiada a nuestra economía...
Y nos habían premiado porque parecía que la reunión a la que nos habían invitado el viernes (junto a Alemania, Francia e Italia), marcaría un antes y un
después en nuestros planteamientos; en fijarnos en lo que vale, y sobre todo en afrontar nuestra situación
mirando los problemas de frente y tratando de solucionarlos...
Vas, Luis, y la mandas; porque
la has mandado.
Lo único que esperaban los mercados era el contenido de nuestra carta de
petición de rescate, con los nuevos aires realistas y
decididos que habían anticipado.
Esperaban que dijese que ese sistema financiero que nos ha traído tantos
males con su pésima gestión, sería cribado, controlado y exhaustivamente
reformado. Para que no volviese a tener agujeros, y para que no usase el dinero
público para tirarlo por sus cañerías. Pero...
Vas, Luis, y la mandas; porque
la has mandado.
Confiaban que la carta concretase con precisión cirujana ese préstamo que tanto nos
va a costar a los ciudadanos devolver, y que estipulase a qué bancos se les
daría y a los que no, por no merecérselo.
Y anhelaban que recogiese ese llamamiento a los españoles a sacar adelante
al país, sin ahorrarles las penas que ello conllevará, manifestándoselas con
claridad en estos momentos difíciles. Pero...
Vas, Luis, y la mandas; porque
la has mandado.
Y lo que has mandado no dice nada, sólo lo de siempre:
“Tengo el
honor de dirigirme a usted (Presidente del Eurogrupo) en nombre del Gobierno de
España, para solicitar formalmente asistencia financiera para la recapitalización de las entidades
financieras españolas que así lo requieran”
¿Honor? Pedir ayuda y que nos rescaten porque no
podemos seguir adelante solos… ¿Es un honor?
¿Para las entidades que lo requieran? ¿Todas? ¿O
las que se lo merezcan?
“La elección del instrumento concreto en el que se materializará esta ayuda, tendrá en
consideración las diferentes posibilidades disponibles en la actualidad y
aquellas que se puedan decidir en el futuro”.
¿Y no concretas el instrumento? ¿Crees que los
mercados van a esperar a que elijas las posibilidades que crees disponibles ahora o en el futuro?
“El Fondo para la Restructuración Ordenada Bancaria (FROB), que actuará en representación del Gobierno
de España, será la institución receptora de los fondos que canalizará
a las entidades financieras”.
¿Te refieres a ese Fondo que se ha gastado ya tanto
dinero público que no hay más para poder darle, y por eso pedimos a Europa que
nos rescate?
¿Es el mismo Fondo que se ha comido el dinero que
teníamos los españoles como garantía de nuestros depósitos en los bancos por si
alguno quiebra?
Me pidieron los lectores un rayo de luz, algo de
esperanza, que les ayudase a soportar mejor lo que les está cayendo encima... Y, como hicieron también los mercados, te dimos
ese voto de confianza.
Por eso,
déjame ahora decirte, Luis de Guindos…
Que la has
mandado. Y lo peor de todo es que –como siempre– las mandas las limpiamos
nosotros. Con nuestro dinero. Con nuestro futuro.