Nos vamos acostumbrando en España a que existan unas empresas privadas que
piden mucho -más bien todo- y dan muy poco.
Son unas empresas cualquiera, excepto por el hecho de que su nombre empieza
por la por la palabra "banco" y son mimadas por el Estado.
LAS REGLAS SON PARA TODOS
Cualquier empresa sabe que desde el momento que abre la puerta puede vender
sus productos o no. En el primer caso, tendrá éxito y beneficios, pero en el
segundo fracasará y perderá dinero; y acabará cerrando.
Sin embargo, ¿qué pasaría si la empresa que no vende viese cómo sus
productos son comprados al final del día por el Estado? Peor aún, ¿qué
sucedería si una empresa decidiera quedarse sus propios productos sin
venderlos, y al final del día recibiera el dinero por las ventas que no ha
hecho?
Obviamente, sería algo fantástico para los que consiguen semejante
privilegio. Pero aparte de la injusticia que se crearía frente a las otras
empresas, los dirigentes de la empresa beneficiada verían como su mala gestión
no tiene consecuencias; es más, acaban siendo premiados por ella.
HECHOS CONSUMADOS
En la turbulencia de nuestra crisis, somos continuamente animados a mirar
hacia adelante, a pasar página. Esto sería yo el primero en firmarlo, si no
fuera porque las consecuencias no pasan página, sino que permanecen en el
tiempo.
La permanencia de la crisis, en muchos casos, se debe a la persistencia de
los errores que nos han llevado a ella, y uno de ellos es sin duda la falta de
crédito.
NUESTRAS EMPRESAS AHOGADAS
Todos conocemos empresas, muchas de ellas constructoras, que se han ido a
pique por las malas decisionesa adoptadas, normalmente relacionadas con
edificar allí donde nadie lo necesitaba.
Pero también tenemos claros ejemplos de otras empresas que no han
sobrevivido, o morirán en breve, porque sus bancos de toda la vida les han
negado el crédito que necesitan para sobrevivir.
Si, como hemos dicho al principio, todos nos moviéramos por las mismas
reglas, el cierre del grifo del crédito no merecería ningún reproche: los
bancos, como empresas privadas libres, deciden hacer lo que quieren y punto.
Sin embargo, después de haber recibido del Estado -de nosotros- decenas de
miles de millones de euros para ayudarles tras las malas decisiones que
adoptaron, ya no está tan claro que los bancos puedan hacer lo que deseen y
reclamen ser libres para ello.
UN ANUNCIO
El Presidente de un gran banco rescatado por el Estado, repitió ayer a los
cuatro vientos que su situación estaba mejorando tanto que incluso se
planteaban dar préstamos a lo largo de estos años.
A la luz de lo comentado anteriormente, dicha afirmación podría traducirse de la siguiente manera:
"Después de que nuestro banco
quebrara por culpa de las malas decisiones adoptadas, hemos recibido 20.000
millones de euros para superar nuestras dificultades, y ahora lo mismo hasta
damos préstamos"
Y si ese banco fuera una empresa distinta, también podríamos traducir:
"Después de que nuestra empresa
no vendiera nada por culpa de las malas decisiones adoptadas, hemos recibido
20.000 millones de euros para superar nuestras dificultades, y ahora lo mismo
hasta nos planteamos vender algo".
Se sienten libres de hacer lo que deseen. Y nosotros, los pagadores,
esclavos de sus errores.
Y nuestras empresas ahogadas hasta la muerte.