Nos quedábamos ayer al borde del
abismo, mirando al vacío y preguntándonos qué habría allí abajo, y sobre todo
qué nos podría hacer caer en él.
Pero lo sucedido estos días nos
hace tener unas preguntas en la cabeza que necesitamos urgentemente responder:
- ¿Por qué hay siempre un doble rasero en las decisiones económicas?
- ¿Por qué hay guante de seda para unos y de hierro para otros?
- ¿Por qué hay siempre esa sensación de que las respuestas que nos dan son interesadas?
No somos tan ingenuos de pensar
que la economía está libre de la ambición humana, pero una cosa es no ser ingenuos y otra
aceptar respuestas que sabemos no tienen sentido.
Estos días hemos vivido con
ansiedad una respuesta al acuciante problema de los desahucios, pero no nos vamos
a centrar ahora en la solución de escaso alcance que se ha adoptado, sino en ciertas afirmaciones que hemos oído:
- No se puede ayudar al que se metió en un piso que no se podía
permitir y ahora no lo puede pagar, porque se castigaría al que no lo hizo.
Personalmente no tengo hipoteca y siempre he estado de alquiler, pero si aceptara la afirmación anterior, con la
autoridad que me da el no ser uno de los que “se metieron en lo que no podían
pagar” tendría también que preguntar:
¿Y tenemos que pagar las
inversiones ruinosas de algunos bancos, castigando al que no se metió en ellas?
- La crisis hace que no podamos ayudar a los damnificados por los
embargos tanto como sería necesario y nos gustaría.
El año 2.010, último que tenemos
contabilizado, las ayudas a la banca supusieron 1.870 euros por español de
dinero público. Y entonces he de preguntarme:
¿Por qué tengo que dedicar 1.870
euros de mis impuestos al banco que decoró lujosamente una sucursal junto a
mi casa, y que financió el auditorio de mi ciudad al que no iba nadie, y no
puedo dedicar esos 1.870 euros a ayudar a mi vecino, o al comedor de Cáritas
de mi barrio?
- Los bancos son empresas privadas y tienen que cobrar, porque ése es
su negocio.
Ayer mismo se aprobó el funcionamiento
del “banco malo”: Por lo pronto el Estado usará 45.000 millones de euros de dinero público para comprar a los bancos todas aquellas urbanizaciones en sitios
absurdos que construyeron, y otros activos inservibles; además de hacerse cargo
de los préstamos que dieron a promotores y constructores, y otros créditos que
no pueden cobrar.
Y ahora es cuando me pregunto:
¿Por qué no le compra a mi vecino
del quinto el piso en el que se metió para que su hija tuviese vivienda propia, y ahora no puede pagar?
¿O por qué no le compra a la del cuarto las participaciones preferentes que le
colocó uno de esos bancos? Y puestos a comprar activos inservibles: ¿Por qué no
le compra al del primero sus sellos de Afinsa?
¿Es que los ciudadanos no se
merecen también que el Estado les compre todo aquello en lo que se metieron de manera
ruinosa?
Pero la respuesta nos la dio ayer el Ministro de Economía:
“De esa forma los bancos se
quitarán esa carga, y podrán dedicarse a lo que tienen que hacer, que es dar
préstamos”
Totalmente de acuerdo:
- Sr. Ministro, quítele la carga
del piso para su hija a mi vecino del quinto, para que pueda dedicarse a lo que
tiene que hacer, que es vender zapatos en su zapatería.
- Sr. Ministro, quítele la carga
de las participaciones preferentes a la vecina del cuarto, para que pueda
dedicarse a lo que tiene que hacer en su jubilación, que es disfrutar de sus ahorros largamente
conseguidos.
- Sr. Ministro, quítele la carga
de los sellos de Afinsa al vecino del primero, para que pueda dedicarse a lo
que tiene que hacer, que es alejarse de la cabeza esos pensamientos cuyas consecuencias salen luego en las noticias.
Pero ellos son simples
ciudadanos, para los que no hay respuestas. Por eso estamos en el borde del
abismo, y puede suceder –sucederá– lo que comentaremos el
lunes…
Cuando caemos en el abismo, sólo
se salvan los que tienen alas. Pero las aves de corral no vuelan. El corral.