Durante estos días hemos sabido,
por distintos organismos internacionales, que si sumamos el conjunto de dinero, avales, garantías, etc., dado por España de fondos públicos a los
bancos, suma un total de 250.000 millones de euros.
Para conocer el alcance de una
cifra tan gigantesca, podemos dividirla por cada uno de los 40 millones de
españoles, y nos salen 6.250 euros. Más de un millón de pesetas.
Eso quiere decir que, si estás
soltero, sólo habrás pagado esa cantidad; pero si tienes pareja, soportáis en
conjunto 12.500 euros, y si la vida os ha regalado un par de hijos, también os ha hecho entregar 13.000 euros.
Semejante y titánico esfuerzo tiene muy, pero que muy difícil justificación. Si acaso en la mayor facilidad
de crédito. ¿Pero es así?: Por favor, quien los conozca, ponga varios
ejemplos de autónomos o pymes con acceso a créditos que no sean usureros.
Tal vez podríamos pensar que
los 6.250 euros que hemos desembolsado por español a nuestras entidades,
que de una u otra forma han sido beneficiadas, ha conllevado un mejor trato al
cliente.
Y es aquí donde, haciendo excepción,
voy a poner un caso personal reciente. Calentito.
Soy cliente del Banco Popular
desde que tengo 14 años. Fue entonces –hace 27 años– cuando mi padre me abrió
una cartilla de ahorro. Desde entonces he permanecido en este banco.
Como autónomo, si tuviera un
cliente desde ese año, me faltarían alfombras para ponerle cada vez que me
visita. No es mi caso con el banco.
Harto de que me cobraran comisiones
usureras por supuestos servicios inimaginables, decidí hace un tiempo abrirme una cuenta
en un banco por internet, de esos que no te cobran por nada. Que es lo que
normalmente realizan con tu dinero las entidades. Cobrándote.
Sólo pongo un ejemplo: a las
consabidas comisiones por mantenimiento, tarjetas, correo, etc., empezaron a
cobrarme por… ¡Ingresar dinero! Espera, repito: No por pedirles dinero, sino
¡por ingresarles el mío!
Pues bien, debido al maltrato al
cliente, decidí cambiarme, no sin antes sufrir la última tropelía de mi Banco Popular de toda la vida: Me cobraron
dos comisiones indebidas por más de 100 euros. Y por si fuera poco, se
equivocaron y me las cobraron dos veces: Más de 200 euros.
Desde hace 3 meses vengo reclamándoselas.
Y desde entonces escucho las excusas que no nos permiten a sus víctimas cuando
nos quedamos en descubierto: Lo estamos tramitando, están decidiendo, no
depende de mí…
Tras ponerme firme, y aguantarme
lo que me pedía el estómago, les he dicho si podría cobrarles por esos más de
200 euros lo mismo que ellos: Una comisión de descubierto de más de 30 euros y
unos intereses de demora del 25%. Silencio por respuesta.
Y sigo esperando a que el banco me devuelva mi dinero... Tal vez porque sus archivos no distinguen y se piensan que soy un abuelillo sin mucha capacidad de lucha. Están malacostumbrados.
Aún resuenan las palabras hace
pocos años que me dirigió el interventor de mi sucursal cuando me quedé una
semana en descubierto, en un tono de película Chicago años veinte: “Jesús, le
estás costando dinero al Banco Popular”.
Pues ahora me deben 6.250 euros,
y se han quedado además con estos 200. Atrapados. Encarcelados. Porque las responsabilidades nunca son de ellos.
De todos es sabida la lucha que
tenemos desde aquí por el ciudadano por encima de un sistema financiero que
nuestros poderes políticos –todos– mantienen campando a sus anchas. Y soy el primer sorprendido por
la mesura y cordura que tienen los ciudadanos ante tropelías frente a las cuales la
mía no llega ni a anécdota.
Ello, que es tan de agradecer, no
debería servir para seguir tensando la cuerda a las personas corrientes. Porque yo estos días, si en vez
de 200 euros hubieran sido 200.000 por un producto colocado sin saberlo, no sé
lo que hubiera hecho.
Y conste que desde varios sitios
han intentado colocármelos. Como aquella directora de otra entidad que quiso
convencerme que mi dinero sólo estaría garantizado en un producto y no en una
cuenta corriente: Le cambió la cara al decirle que
me lo pusiera por escrito, lamentando no haber llevado una grabadora.
Estos son los merecedores de 6.250
euros, y lo que se llevan de más, de cada ciudadano. Y aquí nadie hace nada.
Porque sólo somos ciudadanos. A quién
le interesa. A quién le interesamos.