Representaba un gran esfuerzo, pero como pensabas en el bien de tu hijo, decidiste finalmente mandarlo a Londres a aprender inglés. Tres meses completos; y un mes de tu sueldo en gastos.
Mientras pasaban las primeras semanas del niño en tierras extrañas, te
preguntabas cómo andaría con el nuevo idioma. Pero cuando ya cumplió el segundo
mes, te convenciste de que se manejaría con soltura.
Aunque te prometiste al recibirle en el aeropuerto que no
dirías aquello de “hijo, dime algo en inglés”, al menos lanzaste la pregunta de
manera indirecta:
- Bueno, Luisito, ¿y el idioma qué tal?
- ¿Qué idioma?
- Pues cuál va a ser: ¡El inglés que has ido a aprender!
- Ah, el idioma mal, pero me lo he pasado muy bien; y he
traído algunos regalos.
El lunes el
Presidente del Gobierno clausuró el Curso de Verano de su partido.
En su discurso, muy
centrado en la economía, resaltó las medidas tomadas durante su mandato,
y los frutos que ya se están cosechando.
Sin embargo, apuntó
que aún quedaba el reto de que la mejoría se note en la calle.
Si tras todos estos
años de esfuerzos y sacrificios, la mejoría no se nota en la calle…
¿De qué sirve lo demás?
¿De qué sirve que
Luisito se lo haya pasado bien y traiga regalos si no sabe inglés?
¿De qué sirve que la economía
vaya a mejor si no se nota en la calle, en la gente?