Durante mucho tiempo
se ha estado hablando de que España se “encuentra al borde del abismo”, que “se
acerca al abismo” o que podemos “irnos al abismo”.
Y tanto lo hemos oído,
que podemos preguntarnos qué es ese abismo, qué hay en él; y lo más importante: qué nos puede hacer dar ese paso desde el borde al abismo.
Estos días lo hemos
sabido…
Llevamos mucho tiempo denunciando la injusticia de los
desahucios, que se estaba transformando en una olla a presión que ha estallado
con los lamentables suicidios de los últimos días.
Pero de nuevo, cuando se pide una solución rápida dado el tiempo perdido, vuelve a aparecer la palabra mágica: “Prudencia”.
La prudencia suele ser una palabra que surge cuando se
quiere evitar que los intereses de alguien o algo se vean dañados, y que
normalmente no son los de los ciudadanos de la calle.
¿Que un parlamentario necesita escribir algo? Se le entrega
un móvil, un portátil y un ipad con RAPIDEZ. ¿Que aparece un agujero en un
banco porque ha perdido varios miles de millones? Se le inyecta dinero público
con URGENCIA.
Pero si los ciudadanos con graves problemas económicos son
desahuciados sin misericordia por unos bancos ayudados con dinero público, y se
piden soluciones con urgencia, hay que actuar con PRUDENCIA.
- Entonces, si se pide prudencia, ¿es porque algún interés
puede ser dañado?
Efectivamente.
- Pero si se habla tanto de prudencia, ¿es porque tiene que
haber algo muy grave que puede afectar gravemente a alguien?.
Por supuesto, se trata del sistema financiero.
- Entonces, ¿es algo grave de verdad?
Bueno puede dar al traste con todo, acabar de hundir el
sistema.
- ¿Pero tanto?
En fin, ahora se ha vuelto a mentar a la bestia: El corralito.
- ¡Qué me dices!: Explícate.
Por supuesto… Pero será mañana.