Durante meses, y años, nos hemos situado en una vía
intermedia –de sentido común más bien- de defensa del Estado y del libre
mercado.
No creo en un mercado a secas y sin control, ni en su
capacidad tantas veces inexistente de acudir en auxilio de lo que, con culpa o
sin ella, han quedado desprotegidos.
Tampoco confío en un Estado salvador, dirigido por gentes –por
políticos- que casi siempre están más preocupados por su sillón, y lo que en él
se apoya, que en el resto de los mortales que se encuentran a su cuidado.
Los impuestos son necesarios, y desde luego indispensables
para salvar esas situaciones de necesidad que contemplamos a diario en nuestras
calles. Y como pagadores de esos impuestos estamos en nuestro derecho de exigir
que se dirijan a solventar –al menos en parte- esas situaciones tan
desgraciadas.
Hartos estamos de esos ejemplo que no, no son
insignificantes, en estos tiempos de necesidad: móviles, ordenadores, tabletas
y hasta wifi gratis para nuestros parlamentarios, por no meternos en el
despilfarro de un Senado al completo que aún no sabemos para qué sirve…
…Y todo ello en un país que ya se va acostumbrando a ver
gentes durmiendo en las calles, o a rebuscar en los contenedores como alimañas.
Por eso hoy no podemos dejar de traer esta noticia:
“Cáritas atiende a 2.513.563 personas necesitadas en España.
El 75% de sus ingresos proceden de donativos privados”
Y si quien acude a solventar las necesidades de los
ciudadanos lo hace tirando de donativos privados… ¿A qué nuestros impuestos? ¿A
móviles gratis? ¿A cenas?
¿A qué?