Hoy tocaba hablar de crecimiento,
pero lógicamente nuestro blog no es ajeno a otras circunstancias, que sin duda
afectan a la marcha de la economía; y por supuesto la de la calle.
El inicio de la década de los 90
me pilló estudiando economía. Época aquella en la que todos querían ser Mario
Conde, y donde el telediario era lo más visto por idénticos motivos que los
actuales: La corrupción.
Como no es nuestra misión aquí
hacer juicios políticos, sólo apuntaremos que sí, que el ambiente reinante
repercute –y mucho– en la marcha de la economía. Entonces y ahora.
Y tal vez el mejor termómetro de esa marcha sea la bolsa.
La bolsa, como sabemos, es el
mercado adonde algunos acuden a vender acciones de empresas, y otros a comprarlas.
De hecho antes era un lugar físico,
en el sentido de que las personas se juntaban en un mismo lugar y se
intercambiaban los papeles que eran esas acciones. Pero hoy día se hace electrónicamente,
por medio de ordenadores.
Además, la bolsa es un mercado
abierto, porque cualquiera puede comprar esas acciones o venderlas desde
ordenadores en Madrid, Barcelona, Albacete, Pekín o Boston, dirigiéndose al
mercado electrónico de la bolsa española.
Por tanto, ahora viene la cuestión
más importante: ¿Qué es lo que mueve a todas esas personas, españolas o no, a
meterse en nuestra bolsa para comprar o vender acciones?
Pues muy sencillo: La confianza en unos beneficios futuros.
Pero lo más importante en esa frase
es precisamente la confianza: Si hay confianza, mucha gente querrá comprar
acciones de empresas españolas; y si no la hay no vendrán a comprar, o venderán
las que tienen para marcharse.
Y mientras te preguntas si ahora
mismo, aquí y ahora, España y sus empresas dan confianza a los que pueden
comprar esas acciones, nosotros vamos preparando la continuación de mañana.