- Que no, Jesús, que es lo que hay que hacer. No te digo que sea una
decisión sencilla, pero lo hago pensando en el bien de la familia.
- Vamos a ver: ¿Me estás diciendo que vas a prostituir a tu mujer?
- Vamos a ver: ¿Me estás diciendo que vas a prostituir a tu mujer?
- Sí. No es lo que me gusta, ni lo que haría en circunstancias normales. Pero en las actuales no queda más remedio.
- Espera, Manuel: Cuando dices prostituir, sabes que te refieres a que paguen por quedarse con ella...
- Bueno, llámalo como quieras, pero no puedes olvidar la mala situación que arrastramos, y que o conseguimos dinero o no podremos tener un futuro mejor.
- Claro, pero... ¿Crees que se puede vender a tu mujer? ¿Y ella qué piensa?
- Estoy seguro de que lo comprenderá, porque lo hago pensando en el bien de todos.
- Estoy seguro de que lo comprenderá, porque lo hago pensando en el bien de todos.
- ¿Cómo que estás seguro? ¿No vas a pedirle su opinión?
- Mira, Jesús, la familia está viviendo tiempos difíciles, y no es momento
de disgresiones. Lo que tengo que hacer lo haré, aun siendo consciente de que
tal vez no le guste.
- ¿Y qué pasará cuando llegue el primero para llevársela?
- Lo llamaré rescate.
Rescate o venta; de nuestro destino. Decidirán por nosotros, y por nuestros hijos, los países que nos rescatan. Mientras nos preguntamos cómo y quiénes nos han llevado a esto. A prostituirnos. Al rescate.