Anoche tuve una
pesadilla de ésas que cuando te despiertas no sabes aún si se trata de algo real o una
fantasía.
Salía de mi casa
con un saco cargado de harina, que tenía que llevar a un horno para hacer pan; con prisa porque llegaba tarde.
Caminaba por un
sendero soleado, y al poco me encontré con una persona de cara sonriente que me
ayudó a colocarme mejor el fardo. Se lo agradecí, pero antes de dejarme marchar me exigió un pago de diez puñados de harina.
Tras esa sisa en mi carga, continué el camino. Apenas pasados unos minutos, me encontré con un anciano sentado en el suelo. Tenía al lado
a la misma persona sonriente de antes, que me paró y me pidió un poco de
harina para el viejito.
No tuvo que
insistir, y le volqué en el cuenco que tenía a los pies un gran montón; antes
de continuar la marcha.
Comencé a oír
entonces una especie de música a lo lejos. Y casi sin darme cuenta me encontré
en medio de una fiesta. Había gente bailando a mi alrededor, comiendo unos
enormes pasteles. Traté de coger uno para mí, pero desaparecían justo antes de
que pudiese alcanzarlos.
Y de nuevo el
hombre de cara sonriente, que se me acercó con otros que parecían gemelos, me
quitaron el saco, lo abrieron y se quedaron con la mitad de la harina.
Agarré lo que
quedaba y salí corriendo todo lo que pude, hasta que dejé de oír la música.
Veía ya a lo lejos el horno, mientras mientras llegaba por detrás de mí al
alegre personaje con un cuchillo, y empezó a hacerle agujeros al saco que
cargaba.
Trataba de
alejarme de él, mientras perdía la poca harina que me quedaba a chorros, y el
hombre sonriente comenzó a decir: 41, 42, 43... 43... ¡43! señor, ¡el 43!
"¿Eh?,
¿uh?, ¿dónde estoy?" Acerté a decir desorientado. Y vi entonces un hombre
sonriente que me miraba y me decía:
Se ha quedado
dormido. Es su turno para presentar los impuestos del trimestre. Ventanilla 4.