Comenzó un día,
en un lugar perdido de la costa. Sin que nadie se diese cuenta.
Volvió, después de un tiempo fuera, Juan a su casa. Pero no tenía síntomas. Esa noche afortunadamente la pasó solo, por estar
su familia fuera. Y el virus no se expandió.
Al día siguiente,
conversando en el bar de siempre con sus amigos, se produjo el primer contagio:
Tres personas. Pero cuando llegaron a
sus casas a la hora de la comida, los síntomas no eran tan claros como para ir a curarse de inmediato.
Esa tarde, dos de
los tres salieron de paseo con sus mujeres –ya contagiadas–. La peor
transmisión era por el aire, con la mera conversación. Y se tiraron todo el
tiempo de charla con los vecinos, que paseaban por el mismo sitio con sus
familias.
Al final de esa segunda jornada, ya eran más de treinta los ciudadanos contagiados. Sin que nadie
se diese cuenta.
Y llegó el día
siguiente, y el otro; y el fin de semana. En ese momento, ya con 250 personas
contagiadas en el pueblo, al menos 40 se desplazaron a otros lugares cercanos a
pasar el domingo. Incluso 8 de ellos a una provincia distinta a visitar amigos.
Para el final del
mes, se estimaban en 5.000 los contagios. Y ya era imparable: En cuestión de tres meses, al menos quince provincias estaban ya con el virus en su
población. Más de 300.000 personas.
En ese momento
las autoridades ya eran conscientes del grave problema. Pero demasiado tarde
por desgracia, con unos enfermos que sólo eran desahuciados. Y acudieron a
pedir ayuda a Europa, en un intento desesperado.
Sin embargo, esos
países habían estado observando la extensión del virus por nuestro país, sin
que nadie hiciese nada, y no querían implicarse: Era mucho el temor a que el mal acabase con todos.
Fue así como el
virus de las hipotecas se extendió por toda España, y cómo alcanzó a buena
parte de la población. Pero ahora había
que devolverlas, y nadie sabía cómo, porque estaban muy débiles y con una economía postrada; y desde fuera no querían ayudarnos.
La población
estaba temerosa, y más aún los dirigentes. A estas alturas no sabían si serían
suficientes los antibióticos…
… Y habría que
traer antidisturbios.
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