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martes, 16 de octubre de 2012

SOBRELLEVANDO LA CRISIS (II): Maldita su suerte, con su foto; en España


Mi amigo Andrés es un tío enorme; en todos los sentidos. De esos que te pegan un abrazo y te envían a urgencias.

Ayer me lo encontré, después de mucho tiempo, por las calles de Córdoba. Bueno en realidad me encontró él, pues yo estaba perdiéndome mirando el móvil como siempre.

Tras el qué-alegría-qué-tal-te-va, Andrés desenfundó la foto de su nene de 10 meses, orgulloso como ninguno. Y mientras yo me preguntaba cómo sobreviviría el recién nacido a los abrazos paternos, me lo soltó: "Jesús, estoy fatal".

Cuando a una mole como Andrés se le llenan los ojos de lágrimas, sabes que no habla de una enfermedad que le duela o le mate, sabes que no le duele la falta de un capricho: Le mata la impotencia, en este caso por su familia.

- Jesús, mi niño ha pasado hambre: ¡Con diez meses!

Las lágrimas ya no sólo eran suyas...

- Y la semana pasada mi mujer se tuvo que ir con él a casa de sus padres.

Yo permanecía en silencio...

- Me echaron del hotel donde hacía el turno de noche, y me deben un montón de dinero.

Gente sin alma...

- Llevo un año en paro... ¿En qué país vivimos, Jesús? He estado toda mi vida trabajando, y ahora ya estoy un paso más allá de la desesperación. Me van a quitar el piso, y además de no darles comida, ya no tendré un sitio para cobijar a los míos.

Me llegó ese tic en la cara que sólo me sale con la indignación.

- ¿A mí quién me ayuda, Jesús? Mi mujer y mi hijo con la suegra, yo vagando por las calles porque no sé dónde más suplicar un trabajo, y en este país como si no pasara nada... Mientras vemos el dinero circular para otros ¿Tú qué harías, Jesús? Bueno, te dejo, que sólo faltaba que me viesen llorar.

Y se fue; corriendo. Sin dejarme despedir, ni responderle.

Andrés, uno más, un número cualquiera. En la cuenta de algunos. De la economía.

Andrés, mostrando lo que algunos no perciben: que no tener trabajo es algo más que no cobrar, que significa perder tu orgullo. Sentir el pinchazo de noche en el estómago, y dolor de cabeza por la mañana.

Andrés, como tantos, trastienda de la economía, el lugar común del que hablar en elecciones; y olvidados después. Ocultos entre las grandes cifras macroeconómicas y rescates que no son para ellos.

Andrés, que me pregunta yo qué haría. Que se marchó sin dejarme despedir, ni responderle.

Mejor así. No había respuesta.


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