- Perdón, señor, ¿está seguro? -le preguntó con asombro Manuel a la persona que tenía justo delante en la cola y que estaba realizando su apuesta-.
- “Por supuesto,
amigo”, le respondió esa persona, que iba totalmente vestido de negro.
- ¿Sinceramente quiere apostar por la yegua? -volvió a
cuestionarle Manuel, sabiendo que era imposible que ganara la carrera dado el estado lastimoso con el que la presentaron sus cuidadores-.
- Desde luego: ¡Todo
a la yegua!
No habían pasado ni
diez minutos cuando, tras la llegada de los caballos a meta, y la yegua en último
lugar, se oyeron varios alaridos en el hipódromo.
En mitad de la gente,
Manuel no veía nada, así que le preguntó al que tenía al lado quién gritaba.
- Un tío medio loco
vestido de negro.
- ¿De negro? Eso no puede ser…
Se acercó entonces Manuel
a la zona de donde partían los gritos… Y allí estaba. ¿Se había vuelto loco? Si
todo el mundo había visto llegar a la yegua la última: ¡Con cuatro cuerpos de
desventaja!
Y de repente el hombre de negro, que lo había visto, se le
acercó y le propinó un abrazo de esos que parten por la mitad; mientras seguía
gritando: ¡soy rico! ¡soy rico!
Manuel ya no sabía
que pensar, así que esperó a que el de negro se calmara, esperando que también
se le pasase la locura. Y entonces le hizo la pregunta del millón:
- Mira, tonto no pareces, pero lo estás demostrando, así
que ya me dirás el motivo de tu alegría
El oscuro personaje
no se lo tomó como ofensa debido a su alegría, así que con una amplia sonrisa le
respondió:
- Todos sabíais que
la yegua era realmente penca, que no estaba bien cuidada: No le daban de comer
casi ningún día, y parecía más un galgo que un caballo de lo delgada que
estaba…
- Así es -respondió
Manuel-, y no hacía falta ser un lince para darse cuenta.
- Entonces tú sabías como yo –prosiguió el de negro- que
llegaría la última.
- Obviamente.
- ¿Y por qué caballo apostaste?
- Pues por el tordo,
que llegó tercero.
- Luego no acertaste –continuó el oscuro personaje.
- Hombre, no siempre
se acierta…
- Bueno, yo sí acerté.
- ¿Perdona? -Manuel ya
no aguantaba más-.
- Es que yo aposté por la yegua… Pero aposté a que llegaba la
última. ¡Y acerté!
Y es que Manuel no sabía que no sólo se podía apostar a que
un caballo ganaba, sino también a que uno perdía... Como tal vez tú no sabes que en la bolsa se puede
apostar a que unas acciones bajan.
Por eso la yegua se llamaba Bankia, y muchos apostaron a
que bajaba, como efectivamente las acciones bajaron. Y por eso ahora son un poco más ricos.
Pero ésa es una explicación para mañana.