PALESTINA.
AÑO 33.
El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.
Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer, sus hijos y todo cuanto tenía, y que así se le pagase.
Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo,
que todo te lo pagaré". Movido a compasión el señor de aquel siervo, le
dejó en libertad y le perdonó la deuda.
Al salir de allí aquel siervo, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía
cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que
debes".
Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré". Pero él no quiso, sino que fue y lo encerró en la cárcel hasta que pagase lo que debía.
Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido.
Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?"
Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
ESPAÑA.
AÑO 2.012.
El Reino de España es semejante a un Estado que quiso resolver la crisis.
Al empezar a resolverla, le fue presentado un banco que debía 10.000 millones de euros. Como no tenía con qué pagar, ordenó el Estado que fuese intervenido, juzgados sus directivos y vendidos sus activos, y que así pagase.
Entonces los directivos se echaron a sus pies, y postrados le decían: "Ten paciencia con nosotros, que todo lo pagaremos". Movido a compasión el Estado, los dejó en libertad y les resolvió la deuda a base de inyectarles
dinero público.
Al salir de allí los directivos, se encontraron con uno de sus clientes, que les debía diez mil euros; le agarraron y, ahogándole, le decían: "Paga lo que debes".
El cliente, cayendo a sus pies, les suplicaba: "Tened paciencia conmigo, que ya os pagaré". Pero ellos no quisieron, sino que fueron y le desahuciaron, y le dejaron más deuda por pagar todavía.
Al ver sus vecinos lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar al Estado todo lo sucedido.
El Estado entonces los mandó llamar y les dijo: "Directivos malvados, yo os pagué a vosotros vuestras deudas con dinero público porque me lo suplicasteis. ¿No debíais vosotros también compadeceros de los desahuciados, del mismo modo que yo me compadecí de vosotros?"
Y encolerizado el Estado, les entregó una pensión de 6 millones de euros a cada uno, y mandó inyectar 60.000 millones de euros más de dinero público en los bancos.